Ayer fue el día en el que se desbordaron todos los arroyos.
Tras la tormenta, con el sol de la mañana, el agua llegó a los prados y al pie de los árboles. Desapareció la carretera, los cauces y los bordes del viejo lavadero. Ya no estaban. Y los puentes dejaron de ser puentes.
Ayer el viejo mastín de la gravera, puesto a secar sobre un montón de guijarros, dio una vuelta sobre su espalda, y cabeza abajo, se deslizó un poco.
Y el bando de pajarillos verdes y cabecita negra ¿lúganos? cambió de árbol cuando quise mirarlos fijamente.
Y una oveja, echada sobre la hierba junto a su corderito, hizo ademán de levantarse pero no lo hizo.
Ayer la verdadera naturaleza del agua desbordó la mañana. Respondiendo a la antigua llamada.
Allí estaba su luz. Mientras fluía sobre todas las cosas.