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さて、どちらへ行かう風がふく

bien... ¿a dónde ir...?
...el viento
sopla...


31 octubre 2013

俳句 apenas un brillo





apenas un brillo que se abre
sobre el maizal
la luz del alba



 desde el tren, en algún lugar entre Santander y Madrid, 9-10-2013



25 octubre 2013

24 octubre 2013

Desde Japón...

Me acaba de llegar, y ni sabía que me habían enviado nada. Desde el Yomiuri Shinbun en Tokyo. Rapidez y eficiencia japonesa...









23 octubre 2013

"Sin otra luz". Crítica literaria de José Antonio Olmedo López-Amor

"Sin otra luz", un poemario de haikus dirigido por Vicente Haya

Por José Antonio Olmedo López-Amor

La editorial LapizCero publica el que para muchos es considerado el mejor libro de haiku escrito por occidentales, "Sin otra luz", un poemario elaborado por los españoles: Félix Arce, Manuel Díez y Mercedes Pérez bajo el magisterio del maestro Vicente Haya.

Auspiciado por Ciñe (Círculo independiente Ñ de escritores) la editorial LápizCero ediciones apuesta fuerte por una tríada de escritores españoles que desde hace tiempo están más que comprometidos con el haiku. Se trata de Félix Arce Araiz, Manuel Díez Orzas y Mercedes Pérez Pérez, un grupo de haijines bien conocedores de lo que el haiku representa no sólo para el que lo lee, sino también para aquel que intenta escribirlo. Debo confesar que al leer el título del poemario quedé asombrado por lo poético, ya no del título solo, sino del sugerente diseño de la cubierta, obra de Xavier de Tusalle, sin embargo al leer el primer haiku y comprobar que el título provenía de su primer verso me inquieté por completo. El triunvirato de autores de Sin otra luz profesa la preceptiva del maestro Haya, lo cual obliga al haijin a desaparecer de su haiku, concepto que además el propio Haya menciona en el prólogo del libro, y es en el mismo prólogo donde Vicente se pronuncia frente a lo arriesgado del título, ya que contiene apreciación personal, pero sin embargo lo considera acertado ya que "el verdadero haijin es aquel que no se deja censurar por las normas", algo en lo que los más puristas puede que no estén de acuerdo y que sin duda es arriesgado. Y siguiendo con lo singular del título, resulta que en mi cuaderno de notas tengo el dato de que en el año 2011, un año antes de la publicación de este poemario, el poeta norteamericano Juan Noyes, afincado en España, publica el poemario Sin otra luz y guía que fue merecedor del premio de poesía Pedro García Cabrera 2011, seguramente una casualidad anecdótica como las muchas que suelen ocurrir.

No es la primera vez que estos tres autores comparten autoría en un libro de haiku en castellano, en el año 2011 publicaron El Camino del Viento (QVE ediciones) junto a José Luis Vicent y Giovanni C. Jara, un libro muy recomendable.

Pero abordemos el poemario en cuestión, Sin otra luz. Hay que decir que los poemas se presentan sin títulos ni numeración, sin mayúscula al principio de cada verso ni punto al final, sin distinción de autorías, sin dedicatorias, sin citas, es decir, lo más desnudos posible e imbricados entre sí, una concepción que sin duda lo dota de continuidad y hermanamiento, tan sólo se entrometen en el discurso poético cuatro ilustraciones que hacen la función separadora de -posiblemente- cuatro bloques diferenciados por connotaciones estacionales. Esa supresión de lo prescindible, de la pretensión, de acercamiento al continuum de la pureza hallada en la Naturaleza es marca de la casa de Vicente Haya, que a su vez es legado de los grandes maestros orientales, una desnudez palpable a lo largo de 203 haikus que proyectan sus imágenes a razón de tres por página.

Uno de los muchos aciertos de la edición de Sin otra luz es el coeficiente de participación de los autores que aparece en las últimas páginas a modo de índice, algo que permite al lector identificar en todo momento qué haiku pertenece a cada autor. Así podemos adjudicar a Félix Arce (Momiji) en la página 23-1 el siguiente haiku: "niños jugando, / el viento agita el ala/de un pájaro muerto" sabor de wabi-sabi, espíritu de shasei, un haiku de género cruel que no deja indiferente.

Manuel Díez, que fue ganador del IV certamen internacional de haiku Facultad de Derecho de Albacete con su trabajo Reflejos de agua, en la página 24-1 nos regala un haiku que algunos podrían interpretar como zappai, no hay suceso aparentemente pero los versos son de lo más pictórico, posee haimi y aware : "cielo blanquecino.../de las ramas cuelgan/ciruelas pasas". Esa contemplación que nos subyuga puede empujarnos a verter la fascinación de nuestra mirada a veces de forma convulsa, como acto reflejo, sin pensar siquiera en lo que estamos haciendo, por eso a veces decidimos prescindir del suceso, porque un sólo impacto visual expresado con texturas es suficiente -como en este caso- para dejarse llevar por la escritura e intentar inmortalizar el momento alcanzando la categoría de haiku.

Mercedes Pérez (Kotori) que entre otros premios ha sido ganadora del 1º y 3º premio del IV Certamen Internacional de haiku No-Michi 2011 nos ofrece por su parte en la página 18-1 el siguiente haiku: "revuelo de pájaros.../el sonido de la nieve/derritiéndose". La autora potencia en este caso lo sensitivo del momento, podemos escuchar el aleteo de los pájaros contrastado con el leve sonido de la nieve derritiéndose, un recurso muy empleado para subrayar la capacidad telúrica de esta forma poética, el lector imagina esa onomatopeya y cierra el poema cumpliendo una de las reglas fundamentales, no contarlo todo en el haiku.

La variedad de haikus que contiene el libro es espléndida, desde haikus con Kigo (palabra estacional) a haikus sin Kigo (Mu-Kigo), haikus con onomatopeya, con texturas palpables (haimi), jisei, centrando su importancia en lo sagrado y haciendo uso de un Nai-Inritsu envidiable.

"Carcomidas/las hojas malva/atravesadas por la luz" en este haiku de Félix Arce ubicado en la página 57-3 somos partícipes de una belleza arrebatadora, lo bello no se explica, se evidencia, nuestra mirada, a contraluz del cielo, encuentra unas hojas malva que previamente han sido horadadas por gusanos y a través de esos orificios la luz del Sol entra como rayo luminoso, sin duda, Félix consigue sintetizar en sus tres versos toda una variedad de rasgos y detalles, descritos o sugeridos, que impregnan al conjunto de un aware muy sugerente. No por nada Félix es el actual ganador del certamen internacional de haiku El Vuelo del Samandar de Cuba, y además es buen conocedor de la lengua y cultura japonesa, dato muy importante si tenemos en cuenta que de esos ingredientes proviene el haiku.

Otro ejemplo del buen hacer de Manuel Díez es el haiku ubicado en la página 78-2: "hace viento.../el muro rezuma/la lluvia de anoche". La panspermia, el caos, la reconfiguración de las pequeñas cosas por la causalidad de una ¿casualidad? Un ejemplo gráfico del variado número de sílabas que se utiliza en todo el libro en general. Siguiendo las instrucciones de Haya un haiku puede serlo si sus sílabas se encuentran entre 7 y 24 siendo 19 el número más recomendable, y es importante saber que la creencia en occidente de que un haiku debe tener 5/7/5 sílabas de manera radical es falsa y que el abuso de la misma conduce a una cacofonía rítmica muy denostada entre los japoneses por lo que es importante alternar los metros, busca el metro roto (hachó) en busca de una armonía sonora, condición heterométrica que en este libro se consigue completamente.

Mercedes Pérez en la página 58-3 nos ofrece este haiku: "un haz de luz; /la espiral de mosquitos/vuelve a formarse". En esta ocasión se cumple el 5/7/5 de la mayoría occidental y un hecho tan cotidiano del que seríamos testigos en cualquier día de verano es representado aquí con una simpleza y claridad tan visual como inquietante. Mercedes es la autora que contribuye con más haikus al libro, aunque después de leer el conjunto poco importa eso ya que la cohesión y armonía entre los tres autores son tan evidentes como constantes.

Hay más de un denominador común que comparten estos autores, como por ejemplo su habitual presencia en una de las publicaciones más emblemáticas del mundo del haiku en español, la gaceta Hojas en la acera que coordina el valenciano Enrique Linares. Una revista que comenzó de forma digital pero que actualmente se distribuye también de forma impresa y sirve tanto de difusión de la cultura y arte japoneses como de sugestivo análisis de sus formas a través de artículos y ensayos.

Además Félix, Manuel y Mercedes fundaron recientemente una escuela virtual para todos aquellos que quieran iniciarse en el haiku llamada Makoto una iniciativa que fue idea de Vicente Haya, maestro y ejemplo de estos tres escritores que poco a poco van consagrando su vida a esta forma de vivir compartiendo su percepción del mundo en un camino iniciático que conduce a la comunión del ser humano con la Naturaleza al mismo tiempo que supone irse desprendiendo del yo.

En definitiva Sin otra luz es -como dice Vicente Haya en el prólogo- un libro de estudio que se diferencia de las antologías castellanas al uso tanto por su consciente y arriesgado planteamiento como por su ejercicio de aniquilación del yo, no sólo en la construcción de los poemas, sino en la estructura y edición del libro. No hay firmas, biografías, títulos, ni siquiera una pequeña fotografía de los autores. Por tanto es justo reconocer la labor de abnegación invertida y recomendar encarecidamente su lectura, una lectura que debe ser pausada y paladeada como los buenos vinos para saber apreciar el haimi de cada composición y degustar los diferentes matices que esconden estos versos. Como diría el gran Blyth, Sin otra luz es un compendio de meras nadas inolvidablemente significativas.




18 octubre 2013

俳句 caballos








tras la lluvia
ella me habla de caballos
mientras nos columpiamos




Tirando del hilo... ni siquiera recuerdo mis años entonces y ni sé por qué aquella tarde después del cole estaba con ella allí, en columpios paralelos, solos en un patio desierto, mojado tras la lluvia. Ni siquiera logro recordar quién era yo entonces, y ni sé por qué pero sí, a ella sí la recuerdo bien. Ella, la chica triste y un poco extraña que dibujaba caballos en clase. Es curioso pero casi la única imagen que recuerdo de ella es la de aquella tarde. El cadencioso chirrido de los columpios que iban y venían lánguidamente junto a su voz... sin prisa, sin nada más que hacer que dejarse llevar por aquel dulce vaivén que apenas rozaba el suelo, o el cielo.....

Vino a recogerla un coche lleno de gente. Un coche viejo y llamativo. Un rápido "tengo que irme" y quizá alguna palabra más que no recuerdo. Y es curioso pero ahí se corta mi recuerdo. Como un caballo medio salvaje que dejase de caminar de pronto, asustado ante algo que no puede imaginar siquiera. Sin saber por qué.


Muchos años después, muchos y diferentes, vi por la calle a S. una noche por casualidad, en una zona de bares. Nos cruzamos en la acera, solo un instante, como dos niños que se cruzan mientras se columpian.... Me costó reconocerla... me costó mucho reconocerla...

Alguien, alguna vez, había comentado algo sobre ella... sobre su vida, su mala y desgraciada vida. "De tal palo tal astilla" decían, comentaban, sabían...  Yo no sabía o no quise saber, hasta esa noche...
Su ropa ajustada y llamativa resaltaba su delgadez casi esquelética. Su mirada perdida apenas era nada en su cara tan maquillada como demacrada. Mil años de atroz vaivén chirriaron en silencio cuando pasó junto a mí sin verme y desapareció calle abajo mientras yo miraba, vuelta la cabeza, detenido en seco por algo salvaje y terrorífico.

No sé por qué entonces recordé aquel coche y aquella gente. Y aquella tarde... Pensé también en la a veces paradójica crueldad del destino, capaz de convertir la inocente ilusión en unos caballos soñados por una niña en el espeluznante "caballo" que pisotearía su juventud y destruiría su futuro.



Tirando del hilo... no sé por qué, no sé...  por qué al final de ese hilo estás tú, chica cándida y misteriosa, que dibujas caballos y te balanceas dulcemente junto a mí, un poco triste, un poco extraño, en esta lánguida tarde seducida por la lluvia.





 




17 octubre 2013

El erizo en la niebla







Cómo estará el caballo blanco en la niebla… ¿estará bien?...

Cuando vi por primera vez este cortometraje de animación no supe muy bien qué pensar. Me lo recomendó Yoko, mi amiga de Nagasaki, y como en tantas otras ocasiones parecidas lo recomendado era tan tiernamente extraño como ella misma.

Una animación de la época soviética de Rusia, obra de Yuriy Norshteyn. Multipremiada en certámenes de todo el mundo, elevada a las alturas por el propio Miyazaki, para algunos el mejor cortometraje animado de todos los tiempos… Y todo eso con una manufactura casi casi artesanal. A años luz de los efectos digitales y alardes técnicos de la factoría Disney o el anime japonés.
Un erizo, su amigo el osezno, las estrellas, un búho, un perro, el viejo roble, el río… y un misterioso caballo blanco... y la niebla, la niebla misteriosa y omnipresente.

Es extraño volver a verlo hoy, un día espléndido de sol, en los primero pasos del otoño, cuando la niebla no es más que retazos de nubes insinuados sobre las montañas.

Un erizo, su amigo el osezno… que se reúnen a contar estrellas mientras comen mermelada de frambuesas y toman té calentado con ramas de enebro.
“Yo le diré… y entonces él me dirá…. Y yo haré… y haremos pues…” y entonces, medio oculto por la niebla, un caballo blanco. Y allá va el erizo, temeroso y fascinado a partes iguales no sabe muy bien a qué. Preocupado por el caballo, impelido por su curiosidad, quién sabe.

Quién sabe por qué a veces yo mismo me sumerjo en la niebla buscando algo hermoso y terrible que me salió al paso de repente.

A tientas. Sin lograr ver siquiera el extremo de nuestra propia mano. ¿Quién no se ha encontrado alguna vez deambulando en la niebla siguiendo un algo que nos arrebató todas las palabras y todos los planes?
En mitad de la niebla. Con nuestra cesta de mermelada de frambuesa en la mano, temerosos de todo y de todos.
Cuántas veces no han sido precisamente aquellos de los que desconfiábamos quienes nos devolvieron nuestra cesta, nuestra confianza, mientras ni siquiera nos dábamos cuenta.
Quién no ha buscado alguna vez el corazón vacío de un viejo roble, sin atreverse a tocarlo siquiera.

¿Es la belleza sutil y misteriosa de la existencia la que nos llama en silencio, medio oculta por la niebla?

Cómo me gustaría por un momento abandonarme sobre el lento fluir de mi corazón y dejarme llevar, morir, con la  inocencia del agua clara, sumido en el frescor de las riberas, contemplando las estrellas, ya de verdad incontables, y hacerme yo mismo agua, niebla... Hasta que ese “alguien” me pregunte “quién eres”, venga a mí y me sostenga sobre su mano.

“Gracias”
”De nada”


Ay... qué cosas…
Quién no lo sabe ¿verdad? Y sin embargo quién sería capaz de explicarlo.
“...pues no sé, pero igual… no sabría decir… pero como me acuerdo de aquella vez…” ¿Quién no ha tanteado la niebla?

Amigo mío, tú qué caminaste conmigo. Tú que como  yo has cruzado el torii del santuario, la puerta de los sentidos, al encuentro de la palabra con lo sagrado.
Haiku, silencio, niebla o luz.
No importa. Cuando la luz y las cosas son una sola cosa. Está ahí. Lo está, quién no lo sabe. Basta verla una sola vez para saberlo. Toca y calienta nuestra piel, sin miedo.
Basta una sola vez para que ya no podamos pensar en ninguna otra cosa…

“¿No es maravilloso que estemos juntos de nuevo?”
 Decir las cosas y contar las estrellas mientras pensamos en lo que no tiene palabra ni número.
Cuántas veces nos hemos sentido cambiar de pronto, como el viento de otoño sobre el río. Ahora que ya no somos como antes pero somos como siempre hemos sido todo es igual y todo es diferente.

Todo lo que me atravesó, como luz, hasta los huesos blanqueados por el viento. Sin pasado ni futuro. Todo está aquí amigo mío, compañero, mientras comemos mermelada de frambuesa y tomamos té calentado con ramas de enebro. Tú y yo lo  sabemos, lo sabemos, mientras hablamos de otras cosas…

Cuando vi por primera vez este corto de animación  no supe muy bien qué pensar. Hoy, a plena luz, en este espléndido día de comienzos del otoño, tampoco. Quizá la tierna extrañeza que sientes al pensar en una amiga que, al otro lado del mundo, contempla los retazos de niebla sobre las montañas.

… el caballo blanco en la niebla… cómo estará… ¿estará bien?...






Ilustración: Grabado de Yoko Masuyama


16 octubre 2013

Caligrafías Haiku por Japón, Hasekura




Mañana de Año Nuevo,
brilla un guijarro
en lo alto del torii


元旦や鳥居の上に光る石

 gantan ya torii no ue ni hikaru ishi









primeras nieves…
el calor de la luz
a través del shôji


初雪や障子越す日の暑かりき

hatsuyuki ya shôji kosu hi no shokariki 




Las dos estupendas caligrafías obsequio al haiku ganador y mención especial respectivamente del concurso Haiku por Japón: Hasekura.

Las fotos no me han salido muy allá pero bueno, vale. Si es que hasta el papel del envoltorio es hermoso... Ay... Japón Japón...





Torii es un arco tradicional japonés que suele encontrarse a la entrada de los santuarios Shinto,
 marcando la frontera entre el espacio profano y el sagrado.
 Consisten de dos columnas sobre las que se sustentan dos travesaños paralelos,
 frecuentemente coloreados de tonalidades rojas o bermellonas.


Shôji es un tipo de puerta tradicional en la arquitectura japonesa.
 Funciona como divisor de habitaciones y consiste en papel washi traslúcido
 con un marco de madera.